lunes, 9 de noviembre de 2009

Olimpia de Epiro

Olimpia (375 a. C. – 315 a. C.) fue la esposa principal del rey Filipo II de Macedonia y madre de Alejandro Magno. Era hija de Neoptólemo I de Epiro, rey de Molosia, en la región de Epiro al noroeste de la actual Grecia.

Muerto su padre, Neoptolemo, rey de Molosia, en la región de Épiro y huérfana también de madre desde muy pequeña, vivió bajo la tutela de su tío Arribas, que pasó a ser el rey de Molosia y quien arregló su matrimonio con Filipo de Macedonia, para enlazar la amistad y tener buenas relaciones con este país. Olimpia tenía 19 años cuando se casó. Y fue la primera esposa en rango (no en orden).

Su nombre de soltera era Políxena, en honor de la joven llamada así, hija de Príamo y sacrificada en la tumba de Aquiles. Cambió su nombre por el de Myrtale cuando se casó con Filipo, y más tarde lo volvió a cambiar por Olimpia, en memoria de la victoria que Filipo obtuvo en este lugar y que sucedió el mismo día del nacimiento de su hijo Alejandro. Pasados los años volvió a cambiar el nombre por el de Estratonice, en honor de la victoria obtenida en defensa de su nieto Alejandro IV frente a su rival Eurídice (que era aliada de los sucesores de Casandro de Macedonia).

Olimpia (nombre con que se la conoce en la Historia), tuvo dos hijos con Filipo: Alejandro, en el 356 a. C. y Cleopatra de Macedonia, en el 353 a. C. Estos niños se educaron junto con los otros niños de la corte: Karono y Arrideo (hijos de Filipo y otras mujeres), Amintas, sobrino de Filipo, Europe (hija de su última esposa la joven macedonia) y Cleopatra, sobrina de Átalo.
No se conservan muchos escritos sobre la vida de Olimpia. Los historiadores han tenido que entresacar de los pocos fragmentos que han llegado a sus manos. Pero sí hay una leyenda difundida por sus enemigos, sobre todo por el mayor de todos que fue Casandro. Se dice que era una mujer violenta, neurótica y supersticiosa. Y también se dice (y es histórico) que bajo su mandato fueron asesinados varios personajes de su época. Olimpia hizo lo que otros reyes de su momento, es decir llevar una política de eliminación de posibles rivales.

Se jactaba al decir que su hijo era un semidios pues según ella, el mismo dios Zeus la había preñado, pero esta anécdota solo puede ser interpretada como un intento de realzar la procedencia casi divina de su primogénito Alejandro el Grande.

Para muchas mujeres el frenesí dionisíaco representó una especie de viaje liberador con drogas, pese a que sólo utilizaban vino y el resto correspondía a la autosugestión y a la emoción compartida. Olimpia le añadía una poderosa imaginación. Para cólera y disgusto de Filipo, que tenía aspiraciones helénicas, Olimpia mantuvo a su alrededor las serpientes domesticadas del culto tracio primitivo. Es posible que sufriera alucinaciones autoinducidas. Con toda probabilidad Alejandro todavía era muy pequeño cuando ella le dio a entender que Filipo no era su padre.

En aquellos tiempos la vida cotidiana gozaba de poca intimidad, incluso en el caso de los grandes. Por eso resultaba significativo que, pese a las acusaciones que Olimpia provocó, nunca se mencionara a nadie como su amante. Dado que odiaba a su marido, quiso poseer totalmente a su hijo. Acontecimientos posteriores demuestran que, cualquiera que fuese el misterio que Alejandro creyó que rodeaba su nacimiento, él lo consideraba sobrenatural.

Fue repudiada por Filipo II en el año 337 a. C. y de esta manera pasó de ser reina a ser sólo madre de Alejandro. Se exilió voluntariamente en Epiro, su región natal. Sólo volvió a Macedonia cuando murió Filipo, al año siguiente, en el 336 a. C. Se dice de ella que es una de las principales sospechosas de la muerte de Filipo II debido al repudio del que fue objeto y debido además a que el nuevo casamiento de Filipo II y por ende un nuevo hijo de éste, podía hacer peligrar el futuro reinado de Alejandro. A partir de ese momento su vida se convierte en intrigas políticas y asesinatos. En primer lugar mandó asesinar a la última esposa legítima de Filipo, hecho que fue muy reprochado por Alejandro, su hijo. A pesar de estas turbulencias parece ser que fue la época mejor de su vida pues se sentía importante como regente de Macedonia, sin que nada la estorbase. Pero tenía un enemigo sempiterno: Casandro que consiguió destruirla.

Cuando Olimpia mandó asesinar a Eurídice I (hija de Amintas) y a Filipo Arrideo (rey de Macedonia tras la muerte de Alejandro Magno), Casandro, el eterno rival, sublevó a parte del pueblo contra ella y finalmente la hizo ejecutar. Murió Olimpia en el año 315 a. C.

Casandro no contaba con la oposición de los soldados macedonios. Ordenó a éstos la ejecución de Olimpia, pero se negaron alegando que ellos no matarían nunca a la madre de su mítico jefe Alejandro. Después de este fracaso pretendió ganar terreno con la difamación y la calumnia hacia Alejandro. Pero los macedonios no están de acuerdo con este comportamiento y comienzan a retirarle su apoyo. El recuerdo del gran Alejandro pesaba todavía mucho.

Fue entonces cuando Casandro urdió toda una trama: acudió a los parientes de Eurídice (esposa de Filipo Arrideo, que había sido asesinada por orden de Olimpia), que estaban todos en contra de ésta. Y así con la ayuda de unos parientes despechados y enemistados, Casandro consiguió la muerte de Olimpia, su gran enemiga.

Se cuenta que murió valientemente, alzando la mirada y llamando a su hijo, y que su asesino (Casandro) fue censurado por este hecho durante mucho tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario